Estaba tan, tan bien en la
cama durmiendo, cuando noté algo, abrí los ojos y vi a mi padre entonces lo
recordé todo. Era domingo por la mañana, el día después de la carrera de La
Revilla de carretera, y ese día íbamos a ir con el gimnasio de karate de
Colindres para hacer la ruta de Tresviso por San Esteban. Mi padre y yo no
dijimos nada de que íbamos a ir, solo lo sabían dos personas. En el grupo eran
todos mayores, los únicos niños éramos Martin Ruiz y yo. Quería darle una
sorpresa a Martin y llegamos los primeros al gimnasio donde habíamos quedado a las ocho en punto.
Después llegó el padre de Martín, que también se llama Martín, pero sin su hijo
porque le había convencido su madre que era mejor no venir, y en casa se quedó.
Así que su padre se volvió corriendo a casa y le trajo, mientras ya habían
llegado todos. Hablamos un poco y montamos en los coches.
Llegamos a Los Tanagos y
paramos para desayunar y más tarde nos dirigimos hacia San Esteban. Ya
preparados para salir nos hicimos una foto y un perro muy majo y revoltoso nos
siguió durante un rato. Llegamos a un mirador desde el que se veía una montaña
y Maza, uno de los entrenadores de karate dijo:
-
“Hasta
ahí hay que subir”-
señalando la cima.
Empezamos a subir por el
bosque y al cabo de una hora llegamos a la cima después de estar subiendo por
el bosque, y luego bajo el sol abrasador, también entre o por encima de rocas (a veces ayudados de cables de acero).
Viendo las IMPRESIONANTES vistas que
había y también a los enormes buitres volando y vigilándonos por encima y a nuestros
lados.
Estábamos haciéndonos
fotos en la cima y nos dimos cuenta de la niebla, que se metía en el valle a
una velocidad tremenda. Ya después de subir la montaña íbamos a Tresviso con la
niebla pegada al…. (parte donde la espalda pierde su nombre). Había un sitio
donde un desprendimiento había tapado el camino y Maza sin pensarlo dos veces
(creo que ni siquiera una) se tiro por ahí. Como haciendo snowboard sin tabla y
sin nieve, y además saltando y con eso casi se cae. Luego Ángel, otro chico,
hizo lo mismo pero a este le salió mal y se cayó rodando. No le paso nada.
Hacía muchísimo calor y
estaba cansado así que en un sitio resbalé y me quedé colgando del cable y si
no llega a estar Martín (padre) detrás me voy para abajo. Cuando ya se podía decir que estábamos en Tresviso,
mi padre aceleró el paso como loco, y yo con Martín detrás corrimos también.
Que listo mi padre le dio tiempo a llegar y ya tenía la cerveza en la mano y
estaba sentado a la sombra.
Comimos en el restaurante
bastante bien, lo único malo fue el queso, cuando le sacaron casi me da algo, que olor. La niebla ya estaba
en el pueblo, y no se veía la casa de en frente que debía a estar a ocho o diez
metros. Ya después de comer salimos del restaurante y empezaron a caer rayos,
truenos y mucha, mucha agua. Estuvimos hasta las cinco y cinco metidos debajo
de un tejado con las gallinas. Queríamos bajar por el caño pero la tormenta nos
lo impidió así decidimos bajar por Urdón. La ruta eran 7 km y aproximadamente
eran 3 horas de bajada llena de piedras (aunque nosotros la hicimos en 1 hora y
media).
Bajamos corriendo
literalmente sin ver a quien teníamos delante ni detrás. Maza vio que a causa
de un desprendimiento se había formado como un camino y otra vez se tiro por
ahí, recortó mucho camino, es más, casi se salto toda la bajada. Vimos el rio
Urdón que era precioso por sus aguas cristalinas. Ya en la central
Hidroeléctrica esperamos a los rezagados y cuando vinieron fueron a coger los
coches, nos cambiamos y fuimos a tomar algo a y coger la tradicional palmera
gigante a Los Tanagos. Y luego por fin para casa y a dormir unas 12 horas (por
lo menos).
¡¡¡MERECIÓ LA PENA MADRUGAR PARA HACER ESTA ESPECTACULAR RUTA!!!
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