Ayer (domingo 2 de
Junio), estaba en la cama (más bien…) y me despertó mi padre, y me levanté para
ir a desayunar, habíamos quedado para hacer un cacho de la Marcha de Los Tojos
como otros años. Salimos del garaje con las bicis, ya vestidos con la ropa de
ciclismo y el chubasquero porque llovía hacia Colindres de arriba, para coger a
los corredores de la “XIV Marcha de los Tojos”.
Subimos por el depósito de agua de Colindres, llegamos al cruce
de la Tejera, pero este año no les metieron por allí porque han cortado el
monte y al estar varias semanas lloviendo estaba muy mal. Llegamos al tramo del
bosque antes de Seña, donde adelanté a varios mayores. Al salir tuve que
esperar a mi padre, que al haber desayunado tarde tenía ganas de vomitar.
Llegamos a Seña sin novedad, y seguimos el camino para ir a las Antenas de
Guriezo. Subíamos tranquilamente, sin prisa para poder llegar arriba, hubo
varias averías, debido al barro, a la arcilla,
a las piedras (por la tarde cuando mi padre y yo limpiábamos las bicis
descubrimos una piedra en el desviador de su bici)… que había en cantidad
(sobre todo los dos primeros).
Quitaron también (como la Tejera) el tramo de
las tres mellizas, y el de la bajada a Cerbiago. Íbamos subiendo la trialera
(donde había muuuuuucha niebla) y vimos a un chico que subía detrás de
nosotros. Se llamaba Iñigo de Vitoria y tenía la misma avería que mi padre, no
podía cambiar bien y tenía miedo a romper la cadena, así que vino con nosotros
porque íbamos a atajar un cacho que era muy duro. Llegamos al alto de las
Antenas donde estaba el avituallamiento, aunque unos metros antes no le veíamos
y pensamos que ya no había nadie, y nos dieron algo de comer y beber y nos
limpiaron la cadena (de lo mal que iba). Bajamos, nos saltamos el
cortafuegos (el cacho que dije antes), y
seguimos con los de la marcha. Había una bajada muy mala, donde había esa capa
de arcilla muy, muy resbaladiza, donde se cayeron mucha gente (incluidos mi
padre, que dio varias vueltas, y yo, que fui a ayudarle y me caí). Llegamos a Lugarejos,
luego Liendo donde le bordeamos por una trialera, en la que me caí en un bardal
que estaba en pendiente, yo no me podía mover, y la fuerza de la gravedad iba
tirando, las zarzas se iban rompiendo y yo cayendo. Si no llega a ser por mi
padre me caigo y solo queda la bici. Más tarde llegamos al segundo
avituallamiento donde me volvieron a limpiar la cadena (que raro, ¿no?).
Subimos a la yesera de Liendo y después un sitio que me mata; La sierra de la
Vida (que nombre más raro, ¿no? todo el mundo se “muere” subiéndola), es una
subida muy, muy larga, llena de piedras sueltas, muy sueltas. No he visto a
nadie que la suba entera (y eso que el año pasado estuvimos mi padre y yo de
espectadores allí haciendo fotos). Subí
un cacho en bici, pero me bajé e Iñigo me ayudó un rato y luego mi padre (no me
lo daba), luego había un tramo que si se podía pedalear entonces me subí en la
bici y empecé a andar y un chaval (muy majo, por cierto) me cogió del sillín y me empujó un poco. Nada
más dejarme él di unas cinco pedaladas y un señor (bastante mayor) me animo y
se bajó de la roca en la que se había subido de un salto y también me empujó,
más rápido y más lejos que el otro chico, hasta la cima. Luego ya bajamos por
un camino que estaba muy mal (donde me caí, otra vez) y luego callejeando. Al final llegué con mi
padre y con Iñigo a la Plaza del Pescador (y no fuimos los últimos, aunque no
hicimos el tramo del cortafuegos hubo más que ya habían pasado por ahí antes
que nosotros).
Comiendo, comí mucho y estaba que no me lo daba pero estaba
contento.
Y por la tarde se fue un poco la alegría, ya que teníamos que
limpiar las bicis (y hacerme caso, ya casi no podíamos dar pedales).
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