Entre tío y sobrino suman once metales en los campeonatos de España, tras
la exhibición en Gandía del pasado domingo.
Isaac y Kevin Suárez disfrutan de su entorchado nacional a su vuelta a Los
Corrales de Buelna.
Isaac tiene 32 años y nueve medallas en los campeonatos de España de
ciclocross: tres de plata, tres de bronce y dos de oro. Kevin ha cumplido 17 y
presume ya de dos metales, uno de bronce y otro de oro. Los dos se apellidan
Suárez y son tío y sobrino. Viven separados por 500 metros en el municipio de
Los Corrales de Buelna y los ambos tocaron el cielo el domingo en Gandía tras
ganar el nacional en sus respectivas categorías. «Lo mío -dice Isaac-
sorprendió, lo de Kevin, no tanto», indica el flamante campeón élite. Su
triunfo llega después de acariciarlo durante seis años. Averías y caídas. De
todo le ha pasado. «Todo le había apartado del oro», añade 'Chiqui', la madre
de Isaac, mientras ayuda a su hijo a acicalar el garaje dónde no hay sitio para
una bicicleta más. Ruedas con tacos, llantas de perfil, cuadros ligeros y otros
no tanto. Retazos de una vida pegada al pedal. Sin embargo, este año, cuando
menos se lo esperaba, llegó. «Esta temporada tenía la cabeza en otro sitio. He
estado preparando a Kevin y, además, el circuito no parecía el más apropiado,
pero...», asegura Isaac mientras muestra orgulloso la medalla conseguida. No
hay nostalgia peor, debió pensar, que añorar lo que nunca sucedió, cuando en
abril decidió que si no ganaba el campeonato de España, esta temporada sería la
última. «Siempre hay un antes y un después y así lo decidí. Ahora, después de
ganar tendré que seguir otro año más».
«No ha hecho más que sonarme el teléfono», indica Kevin al tiempo que trata
de supera la timidez propia de su edad. Esa timidez que pasa a mejor vida
cuando se sube en la bicicleta y se mancha de barro. «Ha sido espectacular»,
añade Isaac con los ojos llorosos y la manguera en la mano, pero esta vez es el
padre de uno y nieto del otro el que habla. El 'dueño' del hogar donde el
veneno del ciclocross fue creciendo en todos. Primero, Antonio. Más tarde,
Isaac y ahora, Kevin. «El día que falte el ciclismo en esta casa no sé que va a
pasar», asegura.
«No me lo podía creer»
«Yo le veía en el circuito y pensaba, ¿por qué no está concentrado en lo
suyo?», indica Kevin cuando trata de traer al presente los recuerdos de la
última vuelta del campeonato. Allí estaba Isaac. A la espera de correr más
tarde su prueba, pero siguiendo de cerca las evoluciones de su pupilo. «Estaba
tranquilo, porque sabía que la estrategia y la táctica en ese recorrido era muy
importante y lo tenía claro». Y así fue. A las dos horas de levantar los brazos
Kevin, los levantaba su tío. «No me lo podía creer. Me han pasado tantas cosas
en los últimos años que todo podía pasar. Era una carrera en la que no podías
fallar con la táctica. Dos o tres segundos de dudas te mandaban para casa». Y
no falló. A la salida de la zona de las escaleras, Isaac le robó al destino lo
que esté le había arrebatado durante tanto tiempo.
«Yo me alegro por mi tío más que por mí», indica de manera sincera el
pequeño de los campeones. Posiblemente, él mejor que nadie sabe por dónde ha
tenido que pasar Isaac para conseguir lo del domingo. «Lo de Kevin era un poco
más previsible. Este año ha ganado todo lo que ha corrido a excepción de una
carrera». Apunta el mayor de los Suárez.
El objetivo está ya conseguido. El título nacional colma noches de insomnio
y días de sacrificio en una disciplina que no está justamente reconocida. «Es
duro, está claro. Vivimos de los patrocinadores y ahora la cosa está mal. BH y
Bio-Racer sufragan parte de los gastos. Antes el Gobierno me ayudaba, pero
ahora el recorte presupuestario nos hace pasarlo mal. El año que viene, al
lucir el maillot de campeón, el caché sube y en el extranjero todo va por
contratos, así que intentaremos sobrevivir», asegura Isaac.
A Kevin aún no le preocupa esta faceta. «Yo quiero disfrutar y pasarlo
bien». En su caso, no podrá lucir su maillot de campeón de España al estrenar
categoría (Sub 23), pero tiene un plan. «Habrá que ganarlo otra vez», indica
con picardía.
Mañana, como todos los días, descenderán por la carretera que tiene sus
nombres escritos con pintura por sus vecinos y volverán a entrenar. No hay más
secretos. El manual que un día aprendió Isaac ya tiene heredero. Los Suárez
siempre serán de oro.
Fuente: El Diario Montañes
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